"Arrancarse" por Alegrías: la Venta de Vargas.

San Fernando de Cádiz, 1921, calendario gregoriano. Año en el que se fundó la Venta de Vargas. V y V, y no de , vendetta, sino de Vargas. Con toda su sonoridad, solera y poderío.

Venta de Vargas, colmao flamenco en San Fernando de Cádiz, fundado en 1921.

El verano pasado tuve la oportunidad de visitar San Fernando de Cádiz. Fui para estar un tiempo con alguien muy querido, y esta semana mismo estoy repitiendo, y deseo ampliar mi viaje a Cádiz capital, Jérez y por supuesto Gibraltar, donde los monos y los mozos de la Royal Navy. Espero que esos macacos reciban bien y reconozcan como uno de los suyos al mono Gretel. De lo contrario me llevaré una gran decepción.

Volviendo al tema, recorrí San Fernando, más conocido como La Isla. Me encontré con un pueblo alegre, pero para mi sorpresa (y ser verano) no demasiado nocturno, las calles se “recogían” pronto. Profundamente andaluz al oído, intensamente de la América Colonial a la vista, sabrosamente marinero al gusto.

Una calle de San Fernando, aire andaluz y colonial

Atardecer de verano en la Isla.

Como alma inquieta, pronto busqué en Google “qué hacer en San Fernando”. Entre otras “atracciones” apareció la Venta de Vargas. Y se me encendió la bombilla: Camarón, Manolo Caracol, Lola Flores, Niña Pastori...Pero sobre todo, la Venta de Vargas es el templo-museo de Camarón de la Isla. Si la visitáis entenderéis por qué.

Cuadro en la Venta de Vargas, tuve la impresión de que han pintado a Cristo con la cara de Camarón.

Fotos de Camarón de la Isla en abundancia en el Colmao.

Sinceramente, cuando reservé mesa para “cena con cante” me esperaba una turistada, pero cuan grande fue mi sorpresa que me tuve que tragar mis palabras. Y me las tragué acompañadas de unas buenas tortillas de camarones, croquetas caseras y su bienmesabe isleño (cazón frito en adobo).

Las famosas tortitas de camarones. 

Pero lo mejor fue el postre. Y para el postre llegó ella. Rizos negros, piel morena, quejío sentío, y en estrofas de Camarón, voz clara y serena. Junto a su talentoso guitarrista, se arrancó por Alegrías. Empezó a sonar el “tirititrán trán trán”, y los siete inviernos madrileños que llevo en la piel, la sobriedad castellana y los horizontes de sierras se volvieron eternas primaveras, olas altas, marejones, olivo verde y arena.

La cantaora se llamaba Carolina Castilla y su voz y su planta me emocionaron. No logré encontrar mucha información sobre ella, sólo que tiene premios como saetera . Y pongo la mano en el fuego al decir que con esa voz y ese temple, más que merecidos.

 Espero volver a escucharla pronto.

Patio de la Venta de Vargas, mesas para comensales y tablao al fondo, donde cantó Carolina Castilla y tocó el guitarrista,

Un abrazo,

El mono Gretel.